Vuelta a Eslabones
Rufino Rodríguez Garza.
Una vez más regreso al Cañón de Eslabones, ahora con los compañeros Jesús Reyes fotógrafo, y el buen amigo Carlos Domínguez, personas interesadas en el pasado histórico coahuilense. Para llegar al cañón escogimos la ruta de Amargos, quizá la más larga pero menos difícil. Pasamos el ejido y la presa Santa María de las Hediondas, y nos acercamos lo más que pudimos al Arroyo de Patos. Nos encaminamos a un mogote de pinabetes donde es relativamente fácil cruzar el profundo arroyo siguiendo las veredas del ganado que cuando lo hay, se acerca a los aguajes. A 400 metros de la boca del cañón se localiza un promontorio alargado y bajo que corre de oriente a poniente y en el cuál se encuentran no pocos grabados y unas modestas pinturas de un estilo que los gringos llaman “lineal rojo”. Éstas pinturas las localicé hace unos 20 años, platicando con el Prof. Carlos Cárdenas Villarreal, quien me comentó que en dicho cañón había pinturas. En la primera oportunidad que se me presentó y en compañía de mi esposa Gilda Parra, me encaminé al mencionado sitio, pero descubrimos que las pinturas están fuera del cañón, justamente en este alargado promontorio del que ahora nos ocuparemos. El cañón de Eslabones es de los más largos en el municipio de Ramos Arizpe y se distingue por sus petroglifos, de sus fósiles y de algunos grabados históricos que vienen desde la época de la Colonia hasta estas tardías fechas del siglo XXI.
En relación a las pinturas de esta localidad, son motivos abstractos de una lectura indescifrable, que sólo los que las hicieron y la gente contemporánea pudo entender. Para nosotros, gente ya del siglo XXI, no vemos más que líneas, líneas quebradas, algunos triángulos y círculos. Estas pinturas están muy expuestas a la intemperie, las inclemencias de tiempo, tales como el aire, el sol y la lluvia le pegan casi de frente lo que causa que las rocas se maltraten y se caigan y/o se ensarren por el escurrimiento de las esporádicas lluvias. El destrozo humano es mínimo, quizá por lo apartado del lugar. De hace 20 años a la fecha los cambios han sido pocos.
Aquí, en esta loma atravesada, frente a la entrada del cañón encontramos grabados “estilo Pelillal”: sobresalen las representaciones de las astas de venado cola blanca, cuentas calendáricas a base de puntos, flechas alineadas pendiendo de una línea recta y con la punta hacia abajo, grabados de proyectiles y de algunas navajas enmangadas. Otro motivo recurrente en esta región es el que conocemos como “hongo” y que relacionamos con un símbolo territorial.
Aquí se observa una figura chamánica muy estilizada en posición orante y también elementos como manos y pies. Otro elemento que se ve es el de las vulvas. Entre las figuras abstractas retratamos algunas grecas donde con líneas rectas forman una rara trama, otra es a base de líneas quebradas encontradas que forman unos rombos que en el argot de los especialistas relacionan con las serpientes.
Entre las rarezas del lugar se encuentra una trinchera o pared de piedras acomodadas que bien pudo servir para protegerse de las inclemencias del tiempo. En los alrededores se pueden ver muchas chimeneas o vestigios de las fogatas en las que se calentaron o se alumbraron por las noches y hasta para cocer algunos alimentos.
Entre los grabados astronómicos podemos observar algunos círculos radiados, círculos concéntricos que también se relacionan con el agua. Y del agua hablando aquí no la hay. Lo más cerca es el arroyo de Patos que pasa como a un kilómetro de este sitio, y que en algunas partes guarda el agua en “tinajas” naturales y/o en algunos ojos de agua en el cauce del arroyo.
En el cañón propiamente dicho se localizan otros motivos que no se ven en la loma atravesada. Por ejemplo un hermoso venado de cuerpo entero donde se les observan los atributos propios de su sexo. También se incrementa el número de astas de venado, más herramientas y el temible Atlatl. Esta representación nos da idea de lo antiguo del sitio. Grupos llegaban y dejaban sus mensajes, a la vuelta de algún tiempo llegaban otras tribus y también empalmaban sus “escritos” o usaban otras rocas para grabar. La presencia de los europeos la destacamos por las cruces sobrepuestas en los petroglifos de los nativos. En este cañón los indios vieron hombres “blancos”, caballos y ganado vacuno y también los “retrataron”.
A lo largo del cañón (6 Kms.) podemos encontrar casi de todo. Va desde los antiguos grabado prehistóricos elaborados por los indios, hasta avisos políticos donde se pedía el voto para Miguel Enríquez Guzmán para llegar a la presidencia (1952). Vale la pena recordar que Enríquez Guzmán era originario de Piedras Negras, y cuando la decena trágica, acompañó al prócer Francisco I. Madero, desde el Castillo de Chapultepec a Palacio Nacional. Enríquez era cadete del Colegio Militar, 101 años de aquel acontecimiento.
El largo cañón empieza en tierras del ejido La Leona y termina en las inmediaciones de Paredón y Anhelo. En cambio caminando hacia el Norte accedemos a otro cañón, La Barreta, que también tiene vestigios arqueológicos y paleontológicos, que será motivo de una futura nota.
Eslabones es un lugar al que se tiene que regresar en varias ocasiones para documentar todos y cada uno de los motivos que los nativos nos entregaron en esos antiguos “cuadernos” de piedra y que están pendientes de interpretarse.
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